lunes, 2 de mayo de 2011

Poema LXIX

Ángel o demonio, tierna endiablada,
adorable y sutil torturadora,
no niegas tu amistad y, a quien te adora,
prometes un infierno de agua helada.

Lo que tus labios callan tu mirada
lo entrevera, tan mansa y seductora
que, lejos de mostrarse encubridora,
toda el alma parece allí pintada.

En medio de esperanzas muy dichosas
—que luego, por mi mal, jamás concedes—
derrochas la mayor de tus mercedes

—tu sonrisa— y, a falta de otras cosas,
con tu bondad, comprensión y buen juicio
prolongas dulcemente mi suplicio.



13 y 14 de Abril de 2011