martes, 11 de octubre de 2011

Explicación del poema "Los adioses"

Este post tiene una función primordialmente didáctica. Mi intención es que sirva de ayuda para cualquier persona que esté interesada o tenga curiosidad por conocer la interpretación que yo, como poeta y autor, le doy a un poema en concreto, es decir, cuáles son las claves que facilitarían la correcta comprensión de dicho poema.

Publicado en este espacio muy recientemente, entiendo que el poema «Los adioses» no se caracteriza de un modo destacado por su hermetismo u oscuridad, al menos puedo afirmar que no había en mí tal pretensión a la hora de escribirlo. Es por ello que recomiendo previamente su lectura, antes de seguir adelante, por si fuera excusado atender a mis explicaciones si es que alguien ve muy claro su significado y, por otra parte, por si acaso alguien le da una interpretación muy particular y distinta de la que propongo, para que no se condicione por mis palabras, aunque luego compare ambas visiones del poema y se quede con la que más le guste: el hecho de que yo sea el autor no garantiza que mi interpretación sea la única posible, ni siquiera la más óptima: «El lector capaz descubre a menudo en los escritos ajenos otras perfecciones que las que el autor ha puesto y advertido en ellos, y les presta sentidos y aspectos más ricos»1.

Como autor, opino que cuando una obra literaria es publicada adquiere cierta autonomía, como un hijo que al llegar a la mayoría de edad se independiza y comienza a vivir su propia vida, de manera que cualquiera es libre de interpretarla a su gusto según el alcance de sus conocimientos y el vuelo de su imaginación. Así pues, quede claro el carácter excepcional de esto que hago, que no tengo el propósito de repetirlo, que no me siento inclinado a hacerlo. De hecho, el motivo principal de hacerlo ahora es que la explicación que vais a podéis leer ya estaba escrita. Surgió de mi deseo de dar satisfacción a una buena amiga, la cual, aunque posee, ciertamente, algunas cualidades muy estimables, no cuenta con la ventaja de estar familiarizada con el lenguaje de la poesía y, por consiguiente, después de leer el poema se había quedado ayuna de entendimiento o, por decirlo de otro modo, in albis.

Sólo añadir que mi amiga, una vez leída la explicación, me confesó al poco tiempo que por fin había entendido el poema y que éste le había gustado mucho. Suponiendo que lo que ha sido válido para ella valdrá para cualquier otra persona, no he querido modificar el texto y lo entrego a la inteligencia de los lectores tal y como fue concebido, renunciando a añadir o enmendar nada. Incluyo, asimismo, el mensaje de correo que lo precedía, omitiendo, como es comprensible, aquello que pudiera dar pistas o revelar la identidad de la destinataria:

CORREO ELECTRÓNICO

Hola, [...],

Perdóname, ni por un momento se me pasó por la cabeza que pudieras tener dificultades en comprender el poema. Te aseguro que cuando escribo procuro hacerlo de un modo sencillo y al alcance de cualquiera: si hay alguna dificultad en mis poesías no es algo rebuscado y hecho a propósito sino que surge muy a mi pesar.

Leer poesía no es fácil, de hecho, no hay demasiada gente habituada a leer poesía. Es un lenguaje especial que te permite expresar cosas que de otro modo resultaría imposible, pero, por eso mismo, tiene sus leyes y códigos y muchas particularidades que hacen que los no iniciados se pierdan a menudo o, más bien, que no sepan por dónde se andan. Es normal y hasta cierto punto comprensible (y a mi no me provoca la risa en absoluto, al contrario: simpatizo con quien tiene el valor de no ocultarlo).

Como el movimiento se demuestra andando y me has pedido que te enseñe a leer poesía, aparte de animarte a hacerlo empezando por alguna cosa sencillita, que las hay, he hecho el esfuerzo de intentar traducirte el poema que no has entendido a un lenguaje de prosa convencional. La poesía es intraducible porque hay aspectos de ritmo y musicalidad y matices de la propia significación que se pierden irremisiblemente en una traducción, aunque, como es el caso, se utilice un mismo idioma. No obstante, si haces un pequeño esfuerzo por comprender y luego vuelves a leer el poema como Dios manda, quizá te sorprendas del resultado y hasta es posible que te guste lo que estás leyendo.


Me darías una alegría si me dijeses que al fin has podido entenderlo, porque significaría que me entiendes a mí.

Que pases también tú estupendamente [...], y recibe, asimismo, un abrazo.


Carlos.
(24-01-2010)

VERSIÓN EN PROSA (TRADUCCIÓN A LENGUAJE CONVENCIONAL) DEL POEMA [originalmente enviado como adjunto en formato PDF]

Triste un poso de amargura
no ha de ser, no,
el despojo
de una imagen bienamada.

El recuerdo (la imagen que nos queda) de la persona amada después de una ruptura (o una separación que se supone definitiva), no debe ser triste ni dejarnos una sensación de amargura cada vez que lo traemos a nuestra memoria, no, de ninguna manera.

Nunca la ilusión

(Nunca la ilusión de un amor ha de ser un triste despojo, un resto inútil y despreciable, el residuo o las sobras de algo que estuvo bien pero que ahora nos parece ruin e insignificante y a nuestros ojos carece de valor, pues sólo sirve para que sintamos la falta de aquello que hemos perdido.)

que el tiempo y la distancia
poco a poco desvanecen
porque sigue de la vida
el latir
con un ritmo renovado y cadencioso,

Nunca ha de ser triste y despreciable la ilusión que, con el paso del tiempo y por la ausencia prolongada de la persona amada, va perdiendo fuerza poco a poco, desvaneciéndose día a día en la rutina diaria y la cotidianeidad, adentrándose dulcemente en el olvido, porque la vida sigue renovándose de un modo acompasado y regular: se entra en nuevas amistades, se inician, tal vez, otras relaciones...

o que —mayor crudeza— de golpe
se disipa ante los ojos
con tocar sólo el ideal
fantasma, fábrica del sueño;

Tampoco hay que renunciar a la ilusión en el caso, mucho más doloroso y cruel, de que te llegue de golpe el desengaño (se disipe tu ilusión) al conocer cómo es realmente aquel o aquella que amas, porque te decepcione algo que haya hecho o porque comprendas de pronto que su modo de ser no se corresponde con el de la persona que habías soñado, porque al fin te des cuenta que dicha persona era sólo un ideal, un fantasma, una imagen ficticia que habías creado en tu imaginación.

nunca, por más que mares y montañas
se interpongan;

Nunca hay que renunciar a la ilusión por grandes que sean los obstáculos que se encuentren, ya sea porque la persona a quien amas se haya trasladado a otra región, otro país, otro continente o a las antípodas y, por tanto, se interpongan mares, ríos, océanos, cordilleras, etc., o también, en sentido figurado, porque exista cualquier otro obstáculo de los que traen las circunstancias o se inventan las personas que te rodean y que hacen que parezca como si te hubieran puesto delante una montaña imposible de superar.

conveniencias;

Las conveniencias, es decir, las normas que imponen el sentido común y el interés (por ejemplo, el que uno de los amantes esté ya casado, una enemistad manifiesta de las familias respectivas —el caso de Romeo y Julieta—, el pertenecer a diferentes estratos sociales, profesar distinta religión, el ser de una raza diferente, etc., en resumidas cuentas todo lo que pueda ser un grave inconveniente dependiendo del grado de permisividad del entorno donde uno vive) tampoco debe interponerse en la ilusión.

cerval miedo, inexplicable o soterrado;

Ni debemos permitir que el miedo, en cualquiera de sus manifestaciones, se interponga, aunque sea un miedo irracional o un miedo al que no encontremos explicación, o aunque ese miedo se encuentre oculto en nuestro interior o en nuestro subconsciente y no lo podamos o no lo queramos reconocer.

indoblegable orgullo o tesón mutuo
en el absurdo o imposible
que es negarse; no,

El orgullo, la total obstinación, el no ceder jamás ni rebajarse a declarar un amor de sobra conocido por ambas partes, ya que se interpreta por los gestos, se deduce de las situaciones y por los ojos sale del corazón..., ese orgullo que no se doblega, digo, tampoco debe interponerse ni ser un obstáculo para que la ilusión se mantenga; no.

por mucho que del alma se apodere
la probabilidad abrumadora
de estar o haber estado
absolutamente sola en la contienda,

Por mucho que de todo nuestro ser se apodere la sensación, terrible y angustiosa, de que es posible que todo hayan sido imaginaciones, que nos lo hayamos creído demasiado y que en realidad la otra persona no nos ame, o, peor aún, que no nos haya amado nunca, y que en realidad no hayamos estado luchando contra nadie en esta guerra de amor, sino que nos encontremos solos, que estemos y hayamos estado absolutamente solos,

nunca ha de ser
—aunque definitivamente
nunca pueda ser— la ilusión
triste despojo.

incluso en este caso (aunque definitivamente haya desaparecido cualquier posibilidad de que aquello que anhelamos suceda realmente), nunca ha de ser la ilusión un triste despojo, un resto inútil y despreciable, el residuo o las sobras de algo que estuvo bien pero que ahora nos parece ruin e insignificante y a nuestros ojos carece de valor, pues sólo sirve para que sintamos la falta de lo que hemos perdido.

Hay que amar ante la misma tumba
hasta el polvo y las reliquias
de un amor,
si no es por lo que ya no es,
por lo que ha sido
y lo que ya te ha dado;

Hay que amar ante la misma tumba2 hasta la menor partícula o recuerdo de lo que fue un amor; si no es por lo que ahora mismo es, (es decir, aunque ahora mismo ese amor ya no sea lo que fue), por lo que ha sido en su momento, la importancia que tuvo en tu vida, la intensidad con que lo viviste, los maravillosos momentos que te hizo sentir, la auténtica significación que le dio a tu vida, etc.

joya o alhaja singularísima
que, si es discreto, el verdadero amante
vive atesorando.

Por todo ello un amor es como una joya única e irrepetible (porque va ligado a una persona en concreto y cada persona es única), que el verdadero amante guarda en su interior como un auténtico tesoro que de vez en cuando (o constantemente) saca de su cofre por el placer de volverlo a ver. La mera contemplación de aquella joya (la ilusión de un antiguo amor con todos sus recuerdos y evocaciones) le hace sentir vivo de nuevo (vivir sin amor es estar muerto), le ayuda a sobrevivir.


Ahora te recomiendo volver a leer el poema (que añado a continuación) todo seguido. La mayor dificultad se encuentra, tal vez, en la segunda estrofa, la más larga, que en realidad es sólo una afirmación que se condensa en lo siguiente: “Nunca la ilusión ha de ser triste despojo”. Todo lo demás es un complemento a esta frase, está ahí para enriquecer y embellecer su contenido y se encuentra subordinado a ella por completo. Te lo resalto en color verde en el poema para que lo aprecies mejor. Todo lo que se dice en esta estrofa está referido a la ilusión, y no adquiere sentido completo, es decir, queda en suspenso, hasta que la frase no concluye en el último verso.

Por ejemplo, tú puedes leer: “Nunca la ilusión, por más que mares y montañas se interpongan, ha de ser triste despojo” o “Nunca la ilusión, que de golpe se disipa ante los ojos, ha de ser triste despojo” o “Nunca la ilusión, por mucho que del alma se apodere la probabilidad de haber estado sola, ha de ser triste despojo” y así en todos los casos.

Es algo que requiere de algún esfuerzo al realizar la lectura, pero nadie dijo que leer poesía fuera fácil. Precisamente, es la dificultad lo que hace que, una vez comprendido, un poema pueda llegar a ser tan placentero.


Triste un poso de amargura
no ha de ser, no,
el despojo
de una imagen bienamada.

Nunca la ilusión
que el tiempo y la distancia
poco a poco desvanecen
porque sigue de la vida
el latir
con un ritmo renovado y cadencioso,
o que —mayor crudeza— de golpe
se disipa ante los ojos
con tocar sólo el ideal
fantasma, fábrica del sueño;
nunca, por más que mares y montañas
se interpongan; conveniencias;
cerval miedo, inexplicable o soterrado;
indoblegable orgullo o tesón mutuo
en el absurdo o imposible
que es negarse; no,
por mucho que del alma se apodere
la probabilidad abrumadora
de estar o haber estado
absolutamente sola en la contienda,
nunca ha de ser
—aunque definitivamente
nunca pueda ser— la ilusión
triste despojo.

Hay que amar ante la misma tumba
hasta el polvo y las reliquias
de un amor,
si no es por lo que ya no es,
por lo que ha sido
y lo que ya te ha dado;
joya o alhaja singularísima
que, si es discreto, el verdadero amante
vive atesorando.



Glosario:


Poso:
1 m. Conjunto de partículas sólidas depositadas en el fondo de una vasija que contiene un líquido en el que esas partículas estaban en suspensión.
4 Huella o resto que queda en el espíritu de alguna pesadumbre pasada: ‘Esa ingratitud dejó en su alma un poso de amargura’.

Fábrica:
1 f. Edificio con las instalaciones adecuadas para hacer un producto industrial.
6 Invención o trama de historias, mentiras, etc.

Cerval:
adj. De ciervo. Se usa sólo en algunas expresiones como «gato cerval, jara cerval, lengua cerval, lobo cerval, miedo cerval».

Tesón:
1 m. Decisión y perseverancia que se ponen en la ejecución de algo.

Reliquia:
1 f. Resto de algo que ha desaparecido casi en su totalidad. Restos de épocas o sucesos pasados. Particularmente, resto de algún santo o de cosas que han estado en contacto con él.

Discreto:
3 Aplicado a las personas y, correspondientemente, a sus palabras, conducta, etc., dotado de tacto para hacer o decir lo que es conveniente y no causar molestia o disgusto a otros. Se aplica al que no divulga lo que interesa mantener reservado. También al que no muestra curiosidad impertinente.

Discrección:
1. f. Sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar.
2. f. Don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad.
3. f. Reserva, prudencia, circunspección.




  1. Michel de Montaigne, Los ensayos, El Acantilado 153, traducción de J. Bayod Brau, Pág. 157.
  2. Aquí caben dos interpretaciones: se puede interpretar como la propia tumba al final de la vida biológica o, en lo que sería la segunda interpretación, que ese amor como posibilidad real está ya muerto y yace en la tumba.

5 comentarios:

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amigo Carlos, Don Carlos Hernández, Chacien,

Leo su exégesis del poema y me encuentro con un tratado sobre la Eternidad del Amor, en el que todavía se confía, Amor que ha sido rechazado por la persona amada, pero que aún subsiste en el Amante, que en este caso sería el autor del texto.

Para mí, lo que Vd. ha escrito ahora, más que una explicación de cómo debe leerse el poema, es la manifestación de que el Amor todavía existe por parte suya, y ahora lo ha expresado de una forma menos hermética que cuando lo hizo en forma poética.

Lo que Vd. escribe es una concepción del Amor, quizá la más elegante y espiritual, pero la menos práctica a la hora de adaptarse a la Realidad, pero también es verdad que esa permanencia del Amor que ya no existe por la otra parte es una fuente de energía positiva para quien así piensa.

Ante un fracaso, en el terreno que sea, a mi modesto entender, hay dos posibilidades:

1) Reconocer el fracaso y adaptarse a nuevas formas de vida, porque la Vida es un proceso abierto y nunca hay que darla por terminada. En este caso, al desaparecer las trabas con el Pasado, el Futuro se presenta en las mejores condiciones para beneficiarse de lo Bueno y Nuevo que nos pueda suceder, cosa que no sería así si tuviésemos las ataduras del Pasado;

2) Aferrarse al Pasado y permanecer en él, aún a sabiendas de que ese Pasado está ya muerto, de que no puede uno fundamentar su vida en algo que ya dejó de existir. Pasa como con las defunciones físicas: hace falta recomponer la vida, sin la presencia ya del finiquitado, y mirar de respirar aires nuevos, que con seguridad nos acompañarán en la vida.

Leí en algún libro de los buenos que la mejor forma de curación, y la primera etapa, es reconocer la Realidad: sólo reconociéndola está uno en condiciones de modificarla.

Si me permite, le diré que tengo la impresión de que la huella que dejó en quien eso ha escrito una mujer de carne y hueso, está todavía en cierta forma viva, y es una especie de tumor que lo único que puede hacer es impedir que nuevas Realidades se instalen en el lugar que quedó vacío tras la ruptura, lo que no significa que haya que renunciar al recuerdo y la memoria, pero dejando cada cosa en su sitio, el recuerdo en el lugar de los Recuerdos, y la Realidad en el lugar que le corresponde.

Le envío un gran abrazo,

Antonio

Chacien dijo...

Existe un dato, que sin duda usted ignora, el cual por si solo bien puede responder a lo que, con la mejor buena fe, me plantea en su comentario: la persona que inspiró el poema "Los adioses" es una mujer de carne y hueso distinta a la destinataria de la explicación sobre dicho poema que está usted comentando, la cual, dicho sea de paso, es la inspiradora del poema LXIII y la destinataria del poema LXIX. ¿Me sigue? Se trata de dos mujeres y dos amores distintos, prueba irrefutable de que, en mi caso, una realidad pasada no impide que se instale otra nueva.

Yo me considero hombre de una sola mujer, pero, ¿qué hacer ante la imposibilidad o la extrema dificultad para hacer realidad un amor? En tal caso, opto siempre por no renunciar a él, por conservarlo, como he dicho, "siquiera en un rinconcito de mi corazón", aunque ello no impide que permanezca abierto, a la espera de una futura relación a la que poder entregarme si es que surge la magia en otro momento.

El poema lo dice y usted lo podrá reconocer si hace un análisis no superficial de los siguientes versos: 

porque sigue de la vida 
el latir
con un ritmo renovado y cadencioso



También puede verlo en la explicación:

"Nunca ha de ser triste y despreciable la ilusión que, con el paso del tiempo y por la ausencia prolongada de la persona amada, va perdiendo fuerza poco a poco, desvaneciéndose día a día en la rutina diaria y la cotidianeidad, adentrándose dulcemente en el olvido, porque la vida sigue renovándose de un modo acompasado y regular: se entra en nuevas amistades, se inician, tal vez, otras relaciones..."

Mi defensa del amor y mi agradecimiento incluye a todas las mujeres que he amado a lo largo de mi vida y no a una sola. El poema quiere referirse a todos los amores, y el tesoro al que se alude en la última estrofa no tiene por qué estar compuesto de una sola "joya" sino de distintas joyas o alhajas de diferente textura, brillo, color, pureza o vistosidad.

¿Entendería mejor a qué me refiero, en qué consiste dicho tesoro, leyendo el siguiente pasaje de Ramon Lull?:

—Di, loco, ¿tienes dinero?
Respondió: —Tengo amado[a].
—¿Tienes villas o castillos, ciudades, condados o ducados?
Respondió: —Tengo amores, pensamientos, llantos, deseos, trabajos y fatigas, que son mejores que los imperios y los reinos.


Le agradezco su preocupación, amigo mío, pero créame que mi enfermedad no es tan maligna e intrusiva como ha llegado a suponer; prueba de ello es que no quiero curarme.

Un fuerte abrazo.

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amigo Don Carlos,

Ya comentaré el poema que aún no he comentado. Así, un poco brevemente, le digo que, como puede imaginarse, el lector, en este caso yo, no puede imaginarse si la mujer que ha inspirado un poema es o no la misma que ha inspirado otro, porque eso pertenece a su Intimidad, la de Vd., Don Carlos.

Lo que más me gusta de todo este intercambio de Intimidades es comprobar que Vd. es un hombre que no se da por rendido nunca, porque la Vida, lo mismo que el Amor, es un caminar y no un camino, que dijo y diría el poeta.

Es Vd., en definitiva, un hombre muy positivo, y cuanto más positivo es uno, más joven continúa siendo.

Le envío un gran abrazo,

Antonio

Chacien dijo...

Uno de mis lemas preferidos es "siempre adelante".

Acuérdese de Orfeo y de las consecuencias de mirar atrás antes de haber visto la luz cuando iba de salida por el camino del infierno.

Generalmente quien me ve suele echarme menos años de los que tengo, me lo han dicho muchas veces. Hace unos años, cuando no era donante de pelo, como usted, había quien me echaba hasta diez años menos cuando me preguntaba la edad y yo le animaba a que se aventurara a decirme algo, a ver si acertaba.

Es bueno arrimarse a las personas con espíritu juvenil, siempre se te puede pegar algo.

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Muy buena la referencia a Orfeo y el mirar hacia atrás.

A mí también suelen atribuirme menos años de los que tengo. Es un buen síntoma.

Un abrazo juvenil.

Antonio