Hace poco hablaba del amor en este mismo espacio como de «un sentimiento que rara vez se presenta puro y sin mezcla» y, acto seguido, afirmaba que «es mucho lo que, sin serlo, ordinariamente se confunde con el amor». Para dar mayor consistencia a tales aseveraciones quiero referirme ahora a la ternura, porque, al ser uno de los componentes cuya presencia resulta constitutiva del verdadero amor, un análisis de sus cualidades y características tal vez pudiera ayudarnos a resolver alguno de los errores más comunes y arrojar algo de luz sobre tan enmarañado tema.
Foto: © Azeea. (Simona)La confusión y mezcolanza que de ordinario se produce a propósito del amor suele provenir de la costumbre, muy arraigada en el idioma, de englobar, utilizando el mismo término «amor», muchas cosas muy diversas que quizá estén en alguna medida relacionadas, ya sea por proximidad o semejanza, con este sentimiento universal, pero que, siendo fieles a la verdad, a poco que nos demoremos indagando su origen y examinándolas de cerca, enseguida nos damos cuenta de su bastardo linaje y comprendemos su distinto carácter y naturaleza. Por otro lado, dejando aparte que cada persona es única y que, precisamente por eso, acaso no haya dos formas iguales de amar ni siquiera tratándose de una misma persona, pues el propio ser y las circunstancias evolucionan de continuo y, por consiguiente, nadie ama de idéntica manera a lo largo de su vida, en fin, dejando al margen la infinita variabilidad en el modo en que puede llegar a desarrollarse eso que llamamos amor, hay que considerar el hecho de que no todo el mundo ama con la debida intensidad durante un periodo significativo de su existencia y, lo que es peor, o más triste, existen personas, muchas personas, que, de hecho, pasan por la vida prácticamente sin haber amado nunca o haciéndolo de una manera muy superficial: de otro modo no podría explicarse el grado de infelicidad, frustración, e íntima insatisfacción que a menudo observamos en la actitud de gran número de personas con las que convivimos o que habitualmente nos rodean. Foto: Chacien.Por lo tanto, a nadie debe extrañar que la maraña de orden conceptual jamás llegue a resolverse, porque son muchos los individuos que vienen haciendo, desde los inicios del lenguaje, un uso idiomático de la palabra amor sin saber propiamente de lo que están hablando por carecer de una base empírica donde apoyar sus impresiones y razonamientos. Sin embargo, todo el mundo ha oído hablar del amor y sabe de sus consecuencias en relación a los demás. Es un sentimiento que está presente en la música, la literatura, el cine, las artes plásticas, los noticiarios y los periódicos...; forma parte de las creencias religiosas; aparece en los cuentos infantiles; se asocia con el erotismo y la pasión; puede dirigirse a personas, cosas, animales, la naturaleza en su conjunto, la vida misma o Dios; se encuentra por todas partes y parece imposible no referirse a él en algún momento, aunque, como digo, en el fondo muchos ignoren por propia experiencia algunos puede que se ofendan al leer esto de qué cosa están hablando.
A este respecto, la ternura me parece un indicador bastante fiable para determinar la condición amorosa de una relación porque suele surgir de un modo completamente espontáneo y se me antoja bastante difícil de simular, mejor dicho, opino que cualquiera, hasta un niño de pecho (ellos, los niños, poseen para esto un instinto especial), Foto: Christy Scherrer.cualquiera, en principio, como digo, tendría suficiente capacidad para percibir, aunque sea de manera instintiva, cuándo una muestra de cariño es fingida, excesiva o interesada otra cosa es que, por la razón que sea, no lo queramos ver; para ser más exactos, no es que la ternura no se pueda fingir, lo que me parece dificultoso es llegar a hacerlo de manera absolutamente convincente, transmitiendo verdadera emoción cuando dicha emoción no existe o no es verdadera. En cualquier caso, el hecho de que alguien sea capaz de fingir ternura lo único que demostraría es su falta de amor, estaría, sencillamente, fingiendo amor, podría llegar a engañar al sujeto destinatario de ese afecto, incluso a sí mismo, pero eso no cambiaría la auténtica naturaleza de sus sentimientos.
Partiendo, pues, de esta premisa, la ternura como síntoma inequívoco del amor en una relación sea erótica o de otro tipo, ya podemos intentar introducirnos en la maraña amorosa para ir separando lo que es de lo que no es, empezando por extraer sin contemplaciones, de raíz, aquellas relaciones en que sólo exista el sexo como vínculo de unión, porque, careciendo dichas relaciones por completo de ternura, no sería en absoluto apropiado aplicarles el calificativo de «amorosas». En el extremo opuesto o, más bien, hacia el centro de la espesura donde hipotéticamente siguiendo con el símil vegetal habríamos situado, todas juntas, como plantas simbólicas, las variantes del amor, hallaríamos el puramente espiritual incluyendo aquí, en la vertiente erótica, al «amor platónico»1, porque, digámoslo de una vez por todas, el amor, independientemente del órgano anatómico donde queramos ubicarlo ya sea el corazón, el cerebro, o ambos, en realidad es un sentimiento, una manifestación del espíritu; no es algo de naturaleza material, sino una emoción emanada de lo más íntimo de nuestro ser, como lo prueba el hecho de que sólo los seres dotados de conciencia y personalidad propia, es decir, aquellos dotados de alma o espíritu, estarían capacitados para amar.
Desde los organismos microscópicos hasta los mamíferos más evolucionados, todas las especies de seres vivos responden a mecanismos encaminados a su reproducción, de un modo u otro sus miembros se ven atraídos por otro ser del que son complementarios, pero la diferencia entre una reacción puramente química o basada en el instinto, más propia de los animales, y el verdadero amor, más propio de los seres humanos, radica en la posesión de una conciencia y personalidad, de un alma tan evolucionadas como para poder a experimentar, por ejemplo, cierto grado de ternura en presencia de aquel sujeto por el que se siente amor, o, dicho de otro modo: lo que distingue a una reacción amorosa de otra que no lo es consiste en la capacidad, propia y privativa del espíritu, para sentir amor.
Dicho esto, conviene aclarar que, si bien la ternura, como venimos defendiendo, es un indicador muy válido, la aparente ausencia de la misma no implicaría necesariamente la falta de amor, pues, de acuerdo con lo que acabo de exponer, al tratarse de algo muy personal e íntimo, cualquier amante como, de hecho, ocurre con frecuencia, sobre todo entre los varones podría optar por ocultar esos sentimientos o no ser muy proclive a manifestarlos de forma expresa. Foto: Tom Leuntjens.Existen razones de orden sociológico, educativas o, incluso, de índole particular (por ejemplo, una mala experiencia en el pasado) que podrían coartar la capacidad de una persona para expresar sus emociones, pero ello no significa en modo alguno que dichas emociones no existan. Si se diera el caso, contamos con otros indicadores igualmente válidos que pueden hablar de la naturaleza y calidad de los sentimientos de toda persona que, por el motivo que sea, aun amando con intensidad, no acostumbre a dar excesivas muestras de cariño; ahora no voy a extenderme, pero seguramente habrá espacio para que hablemos de ello en otro momento. No obstante, en mi opinión, una inteligencia amante y despierta siempre podrá ver o adivinar algo de ternura en su pareja, por mucho que ésta se obstine en ocultarla, porque, siendo una cualidad inherente al amor, parece forzoso que tarde o temprano asome la cabeza por algún lado mientras haya ese amor; además, al tratarse de una actitud, de una opción personal, no de una ausencia real de sentimiento, esa timidez o reticencia siempre puede educarse en base a la comprensión mutua y el diálogo: lo peor de la falta de ternura no es que no llegue a expresarse sino que no exista en el corazón de quien amamos.
- Para quien no conozca el pensamiento del gran filósofo griego y desee comprender a qué me refiero cuando hablo aquí de «amor platónico» (el significado coloquial que suele darse a esta expresión dista mucho de lo que en realidad es), recomendaría la lectura de un texto que escribí en Diciembre de 2010, en mi otro Blog, ya que, con objeto de presentar una talla basada en un célebre cuadro de Caravaggio y en relación al androginismo del joven que aparece en dicha obra, quise desarrollar (empezando por describir el mito platónico del andrógino) una explicación del amor tal y como, a mi juicio, lo entendía el pensador heleno. Considero que dicha explicación puede ser bastante útil para quien no haya leído a Platón y desee tener una idea, siquiera aproximada, de este tipo de amor que, evidentemente, yo sitúo entre los más elevados que puede sentir el ser humano.↑
6 comentarios:
Amigo Don Carlos, Chacien,
Llevo ya muchos días dándole vueltas a esta exposición magistral que nos da Vd. de uno de los que, a su entender –idea que yo desde ahora me apropio también-, es uno de los componentes del Amor, quizá el aspecto definitivo a la hora de distinguir entre lo que es auténtico Amor, y lo otro, porque, como muy bien explica Vd., ni el instinto de reproducción y, si queremos estar en lo políticamente correcto , ni la sexualidad desnuda tampoco, son Amor per se. Puede que sean una más de las particularidades que suelen, aunque no siempre, acompañar al Amor, entendido inter hominem et mulierem, pero, por supuesto que no procede, ni yo estoy de acuerdo con ella, esta separación que se hace ahora del sexo, al que se le da existencia autónoma per se, incluso en ausencia total de Amor.
Y es que nuestro mundo actual, por lo menos el mundo oficial, anda bastante equivocado en lo que se refiere a las cuestiones eternas y definitivamente importantes de la vida, las que ya fueron tratadas por los Grandes Pensadores, y las que preocupan a todo el mundo, aunque muchas veces no se sea consciente de ello.
Vamos a ver: a mi entender, puede existir Amor sin sexualidad, pero la sexualidad pura y simple, fundamentalmente la genital, si no va acompañada de Amor, es un acto o una conducta más propia de seres irracionales, de individuos primarios y primitivos, que de hombres y mujeres civilizados, y situados ya en un estadio adelantado en lo que podríamos llamar la evolución del Espíritu.
Y es que, queramos o no, como ya nos han anticipado los Grandes que nos han precedido somos Cuerpo y Espíritu, y el Espíritu puede vivir independientemente del Cuerpo, pero el Cuerpo, si no va acompañado del Espíritu, nos devuelve a la animalidad más primitiva, al estado simio, del que, con bastante seguridad, procedemos.
Desde luego, amigo Carlos, que, si esta idea de la ternura es propiedad de Vd., tiene Vd. un mérito enorme, y, si la ha tomado de alguien, pues eso tampoco le quita mérito, porque ha sabido Vd. beber de las fuentes más cristalinas.
Retengo, como colofón de este comentario, un fragmento de lo que escribe Vd.:
… porque, digámoslo de una vez por todas, el amor, independientemente del órgano anatómico donde queramos ubicarlo —ya sea el corazón, el cerebro, o ambos—, en realidad es un sentimiento, una manifestación del espíritu; no es algo de naturaleza material, sino una emoción emanada de lo más íntimo de nuestro ser, como lo prueba el hecho de que sólo los seres dotados de conciencia y personalidad propia, es decir, aquellos dotados de alma o espíritu, estarían capacitados para amar.
Le reitero mi admiración, le expreso mi Felicitación, y le deseo lo mejor de este mundo, para siempre. Siga Vd. instruyéndonos y enriqueciéndonos con sus conocimientos y su Sabiduría.
Un abrazo.
Antonio
La ternura, amigo Antonio, es patrimonio de la humanidad, y entiéndalo en todos los sentidos, porque, como usted bien dice: "somos Cuerpo y Espíritu, y el Espíritu puede vivir independientemente del Cuerpo, pero el Cuerpo, si no va acompañado del Espíritu, nos devuelve a la animalidad más primitiva, al estado simio, del que, con bastante seguridad, procedemos". La ternura, por tanto, nos hace más humanos y su ausencia más salvajes o animales. Así pues, en modo alguno puedo apropiarme de la ternura como idea y, si algún mérito en mí quiere hallar, sea el de haber hecho notar una realidad que ya existía, pero que, como ocurre con frecuencia, de tan familiar y al alcance de la mano, no llama nuestra atención, pasando desapercibida.
La idea de este artículo se me ocurrió a raíz de una conversación con mi "Estrella Resplandeciente", apenas unas palabras que cruzamos pero que, como todo lo que tiene que ver con ella, me dieron mucho que pensar. Son cosas de la vida: uno se vuelve prolífico cuando está enamorado. Sepa que, para mí, desde que nací al mundo de la poesía, decir que estoy inspirado es siempre sinónimo de enamorado.
Ha merecido la pena el tiempo que se ha tomado para madurar su comentario. Me ha gustado mucho. Es un lujo que alguien como usted se tome tan en serio, sin regatear tiempo y algún que otro esfuerzo, las cosas que yo escribo. Agradezco muchísimo su consideración. Le deseo, asimismo, una larga vida y que en ella continúe desarrollando (porque confío en que ya lo viene haciendo hasta ahora) ampliamente su faceta más humana, esto es, la ternura y el amor.
Gracias y un abrazo.
Que Dios los bendiga a los 2.
Leer su articulo y comentarios me hacen feliz.
Un abrazo desde Colombia
Lina
Gracias, Lina, es muy bonito eso que dices. El hecho de que alguien, una persona anónima, desde Colombia, a tantísima distancia, se sienta feliz por algo que yo he escrito es algo que me alegra y me llena de satisfacción.
Un cariñoso abrazo desde España.
Vamos Tío !!!
Como quiero a los espanholes, uno de mis mejores amigos es de Zamora.
Pues Carlos, lo he leído de nuevo, de hecho guarde el link en un documento de word que tengo llamado frases, lo de la ternura es increíble.
Si algún día vienes a Colombia, avísame no mas.
Que leerte es un placer, escucharte seria magistral.
Que Dios los bendiga.
Love is in the air !!
LINA MARIA LOPEZ
Pues nada, que me alegro un montón. Si te gusta, pásate cuando quieras por aquí; aunque verás que no publico demasiado a menudo, pero siempre que lo haga eres bienvenida.
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Por otro lado, yo no soy un escritor conocido ni me dedico a dar recitales o conferencias, así que aunque vinieras tú a España difícilmente podrías oírme en ese tipo de eventos, si es que te refieres a eso en tu comentario.
Love is in the heart.
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