SI NO ESTÁS TÚ...
Tiemblo como una hoja
de pensar que soy ligero
como una hoja,
de pensar que soy tan frágil
como una hoja,
de pensar que voy al viento
como una hoja
(tiemblo si no estás tú).
Tiemblo cuando no encuentro
a mi vida un sentido:
cuando la densa noche
oscurece el camino
sepultando las huellas
y expandiendo un gemido...
Tiemblo si no estás tú
porque sé que estoy perdido
si no estás tú,
porque nada vale nada
si no estás tú,
porque ya no soy el mismo
si no estás tú
(tiemblo como una hoja).
15 de Junio de 1988
2 comentarios:
Enigmático, o quizá todo lo contrario, poema, el que nos presenta hoy Vd., Don Carlos, que, por lo que veo, tiene una antigüedad de más de dos decenios. Creo que lo que expresa el poema es la debilidad transparente del ser que es incapaz todavía de caminar solo y con autonomía, y se siente desprotegido, sin apoyos, ante la ausencia de quien representa para él toda la vida y los soportes de la existencia.
Viendo así las cosas, el poema reflejaría una dependencia total respecto a la persona amada, que se ha convertido en finalidad única y última de quien ha redactado esas líneas. Ya no se trataría del Amor maduro, que comparte experiencias y vida, sino del Amor dependiente e inmaduro que proyecta en el ser amado todos los valores, los reales y los supuestos. Refleja, a mi entender, el poema una total falta de criterios sólidos en los que fundamentar la Existencia propia, para convertirse en un apéndice de la persona amada, que es una especie de espejismo en el que se proyecta todo.
Desde luego que, si la persona a la que se dirigió el poema en su momento, si realmente existió una persona real, tuvo acceso a esas palabras y fue lo suficientemente honesta, no le quedó más remedio que reconocer que tenía a sus pies a alguien que fundamentaba toda su existencia en el hecho de estar emocionalmente unido a ella.
No obstante, creo que, si las cosas hubiesen llegado al fin o finalidad previsibles, las posibilidades de triunfo o permanencia en este estado de enajenación erótica o amorosa habrían durado bien poco. Y es que, también en el Erotismo más refinado, las corrientes emocionales tienen que fluir en las dos direcciones, de ida y vuelta. Claro, este pensamiento es producto de una posición básica mía, y es la de no compartir esa idea del Amor Cristiano, que está dispuesto a darlo todo a cambIo de nada, porque el Instinto de Supervivencia del Individuo nos obliga a ser exigentes a la hora de dar.
En caso contrario, habría que recordar aquello de Ortega y Gasset de que el Enamoramiento, tal como se entiende generalmente, es una locura transitoria. Y, si es transitoria, que pase cuanto antes mejor; y, si es una locura, pues que se cure pronto, porque la locura no es un estado de equilibrio del cuerpo ni del Espíritu.
Aquí le he dejado, amigo mío, Don Carlos, lo que pienso al respecto.
Le envío un gran abrazo.
Antonio
Le felicito, amigo Antonio, por el exhaustivo análisis que ha hecho del poema, aunque discrepe ligeramente en algún punto.
Si bien es cierto que por aquel entonces yo era un jovenzuelo algo inmaduro, como puede deducirse de la fecha de composición, opino que ese modo de pensar y de sentir no depende del estado de madurez de la persona, sino más bien de su grado de enamoramiento, pudiendo darse el caso de que una persona bien madura, incluso entrada en años, lo vea de tal modo. Tampoco tiene por qué ser sólo un movimiento de ida, es decir, el hecho de estar dispuesto a darlo todo a cambio de nada también puede ser algo recíproco entre dos personas, una corriente emocional de ida y vuelta, siempre y cuando, obviamente, se amen en igual medida ambos miembros de una pareja.
El enamoramiento, por propia definición, no vuelve a las personas más maduras, sensatas y razonables, sino, como bien ha dicho usted, las instala en un estado de enajenamiento más o menos transitorio. Sentir que una persona lo es todo para uno es, precisamente, uno de los síntomas de ese enamoramiento. Lo que dice usted de un amor maduro que comparte experiencias y vida quizá tenga que ver más con la amistad, la mutua comprensión, la camaradería, etc. Y no me parece cierto que la actitud descrita en el poema responda exclusivamente a una concepción cristiana del amor. Si es honesto habrá de admitir, como perfecto conocedor de los clásicos, cómo la tragedia griega y la mitología griega y la romana están salpicadas de episodios que ejemplifican la condición de quien ama y hace de la persona amada el sentido de su existencia, llegando a los mayores extremos de sacrificio o desesperación. Orfeo y Eurídice, Píramo y Tisbe, Penélope, Medea, Fedra y un largo etcétera podrían dar testimonio de amantes de "ida y vuelta" o sólo de "ida" que vivieron su "locura de amor" y que, lejos de ese amor, no encontraban sentido a la existencia.
Si usted no ha sentido algo así es porque, tal vez, no ha amado nunca con la suficiente intensidad; lo cual significaría que, para bien o para mal, ha estado, en la misma medida, libre de locura. Tal vez tenga que felicitarse, aunque yo, como enamorado confeso y reincidente, no puedo envidiarle por ello.
Reciba un cordial abrazo.
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