lunes, 20 de agosto de 2012

Poema LXIII

MATERNIDAD

A Belén





Una muñeca de improviso
que se arroja a tu regazo
—ojillos, brazos hacia ti
que te imploran o que anhelan—
y en su necesidad o en ese acceso
irreprimible de ternura
obtiene pronta
recompensa: el abrazo
y la caricia o beso de unos labios
que pronuncian: "Mi muñeca".

Muñeca que se acoge a tu regazo,
chupa, pausada, el pulgar
—todavía es muy pequeña—
mientras observa el orbe diminuto
desde el mejor acomodo
y el más dulce que existe en el jardín
de sus tibios ensueños infantiles.

¡Cuántos soles, lunas y planetas,
niñita, para entonces!

Con sus lecciones el dolor
en cada acción y el placer
con su espléndido atractivo,
cuánta risa y cuánta lágrima,
cuánto daño y cuánta dicha
traerán a tu existir.

¿Gozarás en huerto ameno
las dulces mieles del amor?

¿Sentirás la acerba herida?

Tras placeres y dolores
¿gustarás el fruto
amoroso y cierto
de tu unión?

Tú no dejarías a tu muñeca
en cariñosas manos mercenarias
por egoísmo —¡cuántos tesoros
desperdiciados
a cambio de unas monedas!—
o —valiente sacrificio,
linda abnegación—
de todo lo que es
absolutamente superfluo
para que no le falte de nada,
¿verdad?

Tras muchos soles, lunas y planetas
veo una muñeca
que se arroja a tu regazo
—brazos hacia ti— y recibe
el abrazo requerido
y el efusivo beso de unos labios
que pronuncian: "Mi muñeca".

Y ella chupa su pulgar
mientras mira el orbe
desde el mejor acomodo
que existe en el jardín
de los sueños infantiles.



12 - 14 de Febrero de 2004

2 comentarios:

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amigo Carlos,

Me encanta este poema por su sencillez. Cuando uno lee el título, y conociéndote algo, piensa que se va a encontrar con una profunda disertación sobre el valor universal de la Maternidad, el hecho de ser madre…, y, ¡bendito sea Dios!, se encuentra uno con una muñeca, y entonces espera que se va a describir cómo una niña pequeña juega con su muñeca. ¡Y no! Es que la muñeca es la hija, porque a una hija, cuando se la quiere de verdad, se la quiere con la ternura esa con la que la niña quiere a su muñeca.

Tierna y profunda forma ésta, la tuya, de expresarnos, amigo Carlos, lo que es la Maternidad.

Seguiré disfrutando de tus poemas, amigo Carlos, en la seguridad ahora de que con estos calores veraniegos, los de España y los de Roma y Florencia, mi Espíritu se encuentra un tanto adormecido, y sin la perspicacia que me ha podido acompañar en otros tiempos, pero, cuando llegue el frío, recuperaré mi estado natural.

Te envío un abrazo, amigo Carlos, que ruego hagas extensivo a Don Serapio que, me supongo, debe estar finalizando ya su acostumbrada obra de Arte.

Antonio

Chacien dijo...

Celebro que te haya gustado, amigo Antonio. No se trata de un poema filosófico ni muy sesudo, como has podido comprobar, sino esencialmente descriptivo. La escena que evoca la viví en primera persona como espectador privilegiado y sucedió realmente tal y como se describe. La madre de Belén y yo estábamos sentados en sendas sillas y, al arrojarse la niña en sus brazos, así, de improviso, como queda descrito, fue la propia madre quien pronunció "Mi muñeca", inmersa en una especie de paréntesis materno-filial que interrumpía lo que estábamos haciendo (una actividad puramente intelectual) y en donde yo quedaba reducido, como convidado de piedra, a simple observador que asiste, involuntariamente, a un episodio familiar y muy íntimo. Ahora bien, como me hallaba allí, aunque no estuviera previsto, y en realidad uno no es de piedra, no pude menos que emocionarme vivamente ante tan hermoso espectáculo, y de ahí surgió el poema.

Conste, por si hay alguna duda, que el poema no está dirigido en ningún momento a la madre, sino a la niña, y que las palabras "Mi muñeca", si bien habría que atribuírselas a la madre (incluso reconociendo cierta coautoría), son las palabras que podría pronunciar cualquier madre en cualquier tiempo y lugar (con la única salvedad de sustituirlas en los respectivos idiomas), y, por consiguiente, cualquier niña que un día llegue a ser madre. En este poema, precisamente, he querido destacar la condición cíclica de este proceso por el cual, hipotéticamente, dichas palabras han podido y podrían ser pronunciadas sucesivamente, generación tras generación, por una madre hacia su hija. Al igual que dos espejos enfrentados tienen la facultad de reproducir una imagen idéntica dentro de sí hasta el infinito, yo imagino dicha escena familiar repetida infinitas veces en la perspectiva del tiempo como en los espejos una imagen se repite infinitamente en la perspectiva del espacio. Esta es la significación más honda y filosófica que puedo hallar en el poema sin restarle un ápice de emotividad y sencillez; lo digo por si, como apuntas en tu comentario, echabas en falta algo así.

Qué envidia me das por haber estado en esas cunas del arte, lo que hubiera disfrutado yo contemplando algunas obras maestras, sobre todo renacentistas, visitando, por ejemplo, la Galería Uffizi. No obstante, este año yo también he viajado, mas modestamente, hasta Bilbao, que tiene un Museo de Bellas Artes digno de verse; también me ha gustado la ciudad, que me he pateado a fondo, y, en general, el carácter de las gentes.

Lamento decirte que mi padre está atravesando unos momentos delicados de salud (nada grave, aparentemente) y tiene aparcada la talla, de momento. Tiene a medias una corrida con rejones que espero reanude en breve tiempo, porque eso significaría que ya está mucho mejor.

Un fuerte abrazo.