«La cuestión, tal y como queda planteada en el título, si el amor nos hace más libres, me produce una gran perplejidad. No sé muy bien a qué partido arrimarme y me resulta imposible contestar con un escueto sí o un no...»
Siento extrañeza al leer estas palabras. Me parecen ajenas y al mismo tiempo no puedo evitar reconocerlas como salidas de mis entrañas. Tomaron cuerpo hace meses con intención de ser fiel reflejo y expresión de mi sentir, pero en la actualidad, desde hace días o pocas semanas, han perdido su vigencia.
Desde que el amor dio un giro a mi existencia —hace ahora exactamente dos años—, múltiples distracciones y el esfuerzo, para mí inédito, de adaptación, fueron apoderándose del tiempo de manera insensible, impidiéndome escribir. Por otra parte, sin que haya sucumbido completamente al desánimo y a la indolencia durante este largo periodo, sí que ha habido algo de relajación, de falta de impulso y confianza a la hora de poner mis ideas en negro sobre blanco.
En el caso concreto que nos ocupa, aparte de las circunstancias más genéricas que acabo de referir, las dudas y dificultades encontradas al intentar responder a una pregunta breve, en apariencia sencilla —aunque abierta a la posibilidad de complejas especulaciones filosóficas y metafísicas—, y la necesidad de expresarme, en lo posible, de manera concisa, han propiciado que algo en teoría tan simple como la publicación de una entrada en el blog se haya demorado lo suficiente, no sólo para que mi visión sobre el tema haya evolucionado, sino, acaso, para que haya cambiado yo mismo.
Como puede deducirse, muchas de las dudas que me impedían decantarme se han volatilizado. Un frecuente cavilar sobre el mismo tema —no como simple ejercicio intelectual y teórico, sino experimentando simultáneamente los efectos de vivir inmerso en una verdadera y entrañable relación amorosa— posibilitó el cambio.
Así pues, mi respuesta a la pregunta de si el amor nos hace más libres es, hoy por hoy, un sí rotundo, pleno de convencimiento. Sobre cómo he llegado a esa convicción y el modo en que voy a intentar argumentarlo no voy a ocuparme en este momento; aunque es mi propósito hacer algún ensayo en este sentido haciendo uso de este mismo espacio. El tema da para mucho —no en vano el mismísimo Platón, que tanto y tan bien alcanzó a razonar sobre lo divino y lo humano, alguna vez dijo que todo su saber se reducía a «una exigua disciplina de amor»1— y puede convertirse en un reto apasionante. Pienso en publicaciones cortas y sucesivas que toquen algún aspecto concreto, mejor que en un texto largo y tedioso. Si no abandono el empeño y a mi deseo le acompaña la fortuna, algo se irá viendo. En eso quedamos.
- Creo haberlo leído en algún otro lado, pero, a falta de una fuente más directa, tomo la cita de Pedro Salinas, en Cartas de amor a Margarita, 1912-1915, ALIANZA EDITORIAL, Alianza Tres, Pág. 39:
Recuerda las palabras de Platón, aquel hombre que tanto sabía y que, sin embargo, llegado el momento de condensar sus conocimientos dijo: «Yo sólo sé una exigua disciplina de amor.» Contentémonos con esta disciplina de amor que es la más alta sabiduría. Amémonos mucho y lo sabremos y lo comprenderemos todo.↑
3 comentarios:
El amor nos hace más libres, esa es su conclusión (que su intención como usted anotó será ampliarla en un futuro, espero no lejano), sólo que a mí me queda una duda, ¿no es esclavizante el estar pensando constantemente en la persona que nos genera desasosiego?, incluso aun no estando enamorados, nos encontramos anhelantes por una reunión, suponiendo que encontremos al ideal, nuestra media naranja, ¿en ese momento se genera el sentimiento de libertad o de liberación del ansia de la espera?. Lo que entiendo es que la libertad (no digo llega) se siente, exclusivamente cuando el objeto de nuestro aprecio responde a nuestros requerimientos amorosos, y si éste no fuera el caso, la sensación de libertad ¿se dará?..
¿El amor es una puerta a la libertad o es un muro que nos contiene?
Sé que con éste comentario no aporto absolutamente nada, en todo caso sólo estoy externando un mundo de preguntas sin orden, y tal vez sin sentido, espero que sea comprensivo a este respecto, (por favor tenga en cuenta que no todos los que pasamos y paseamos por su blog somos personas preparadas).
Tal vez mis preguntas debieran estar mejor elaboradas, pero como decía mi abuelo:
no te atengas a tu cabeza niña, vale más la más leve tinta que la más maravillosa memoria.
Así que siguiendo el consejo de mi abuelo, las escribí como va.
Saludos
Sé que es complejo, Yolanda, y difícil de entender el sentimiento que me ha movido a afirmar que el amor nos hace más libres. Yo mismo me he planteado muchas preguntas y objeciones similares a las tuyas antes de llegar a esta conclusión.
Para poder salvar dichas objeciones te invito a reflexionar sobre la naturaleza del amor, a que analices cada caso en particular y te preguntes cuánto de aquello que supuestamente te esclaviza es auténtico amor y cuánto hay de sentimientos espurios que, sin ser propiamente amor, se producen mezclados y confundidos con el amor. Por ejemplo, considera si no es más puro un amor que lo da todo y no espera nada a cambio que otro amor que exija ser correspondido, y si en este último caso no habrá un egoísmo, más o menos larvado, que, bajo una apariencia de amor, sea lo que en el fondo prevalezca sobre el amor.
Mucho más podría añadir, pero, como comprenderás, excede las dimensiones de un simple comentario.
Tienes razón en cuanto a mi intención de ir ampliando mis conclusiones. Ya lo hice en en una entrada, pero, por diversos motivos, entre los cuales no escasea la falta de estímulo e inspiración, lo he ido dejando; aunque, ahora, teniendo en cuenta tus dudas e interés, tal vez me ponga a ello. Si en alguna medida lo consigo, tendrás ocasión de comprobarlo, si es que permaneces atenta a lo que se publique en este espacio.
Saludos.
Reflexionar sin duda es la mejor opción, no siempre fácil en mi caso es llevarla a cabo, pero trataré, por mi propio bien y entendimiento, sólo que en ocasiones (para el común de las personas y me incluyo) existen ilusiones muy invasivas (y tercas) difíciles de manejar, pero no imposibles.
Definitivamente estoy convencida de que el amor es totalmente puro cuando no requiere una contribución o respuesta a cambio, sólo que creo que el inicio del sentimiento no siempre es así, cuando el amor (romántico) hace su aparición y nos llega de sorpresa, de primera intención es egoísta, con sus toques de dependencia y demanda. Después de esto, y antes de que trastoque límites permitidos entraría la reflexión, como usted buenamente sugiere.
Aunque me parece que en el preciso momento de su origen, (egoísta o no) da un beneficio a la vida, antes de dudas e inquietudes o lazos positivos y protectores.
¿Tal vez será que la buscada unión de las partes separadas será nuestra libertad?
¿Será que todos los anhelos, intranquilidades, desasosiegos y demás tanto los reales como los disfrazados y engañosos, solo sean las pruebas para llegar a ella? ¿Y entonces será cuando el amor nos hará libres?
Parece que yo si me excedí en el comentario que amenazaba con ser más extenso, sólo que si en alguna otra ocasión tuve personitas a mi alrededor, ahora me trajeron lo doble de bajitos, así que mi atención será toda para ellos.
En espera y siempre atenta :)
Publicar un comentario