miércoles, 1 de abril de 2015

Poema LXXVIII

ESTAR TUMBADOS







La íntima confesión que tú me has hecho:

estar tumbados
en este confortable
lecho —que procuramos
ambos; que espontáneamente
calentamos, siquiera
sin tocarnos, cuánto más con el roce
y la ternura de los cuerpos— es
delirio y placer, sensación
dulce y amable
que te acompaña siempre.

En el trabajo incluso, dices,
estando a solas —y no importa
con cuánta gente alrededor—
revives estos
momentos,
la calidez de estar
juntos, sintiéndonos
uno al otro en la placidez
del lecho blando y espacioso.
Impresiones e imágenes
como de ensueño,
flotando en la memoria,
te deleitan, entonces,
y te confortan.

Fiel intérprete de lo que yo mismo
siento, escribo estos versos
por amor, porque ambos sabemos
—si es cierto que todo se acaba—
que en medio del dolor
inmenso de la vida,
por más que el sufrimiento y la injusticia
estén ahí y nos angustie
el umbral último y nos atormente
comprender, entre tú y yo, al menos, hubo
algo que tuvo sentido, que hizo
que verdaderamente
sintiéramos que estar aquí
valió la pena.

Porque existe el amor
—ya lo sabemos ambos—,
aunque estés lejos, te sientes muy próxima;
porque lejos y cerca
—esto es ley que el amor sanciona—
no es la distancia
material entre dos
seres humanos, sino la distancia
a que se encuentran
cuando en un mismo lugar duermen
y están tumbados.



5-30 de Marzo de 2015

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