ENTRE PENA Y PENA
La sonrisa tierna en su cara helada,
el cuerpo reposando sobre el lecho,
el corazón retumbando en el pecho
y la mente a una imagen consagrada.
Un absurdo le enturbia la mirada,
que permanece firme sobre el techo;
es una turbación que, sin derecho,
se acomoda en sus ojos despistada.
De puro tímida escapar no quiere,
y al estar hecha a la melancolía
no logra entender que el placer no hiere,
que el amor también consta de alegría.
Suicida por vocación, salta y muere,
tras banal pestañeo, parca y fría.
¿Primavera de 1986?
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