domingo, 31 de enero de 2016

Poema LXVI

BELLA IMAGEN

¡Qué inmensa gratitud a quien nos hace sentir así, vivir así, querer así!
(Pedro Salinas, Cartas a Katherine Whitmore)





Lo mejor que tú me has dado
no es materia.

Vive sólo en el recuerdo.

Y no, no es materia...
ni siquiera en el recuerdo.

¿Es delirio o fantasía,
espejismo que el deseo
origina y al cual
la imaginación da forma?

Pero ¿acaso tiene forma?

No, lo más hermoso que me has dado
—verdad o quimera—
carece de forma,
es una imagen sin forma
—visión, intuición—
que en mi memoria persiste.

Diversas imágenes
más o menos claras y precisas,
actitudes, hechos, circunstancias
recordadas o vividas,
cifra son, reflejo o consecuencia,
reconocible e indirecta
expresión,
vaga seña o muestra ambigua
de aquello, lo más valioso
que, siendo sueño o realidad
vívida, esperanza cierta
o imposible anhelo,
tú me has dado.

Abrazos, besos, caricias;
una dulce intimidad;
la unión de los cuerpos placentera;
¿cuánto valen y qué son
sin algo así, tan precioso,
como aquello que aún perdura
—victoria sobre el tiempo—
en mi mente como imagen?

Que la sociedad sanciona
estrechos lazos; continua
o intensa o tranquila convivencia;
promesas y juramentos,
propósitos, lealtades,
compromisos,
¿cómo pueden, en el corazón
del largo invierno, garantizar
que aquello, lo más hermoso,
—claridad visible o inapreciable,
palpitante promesa primaveral—
permanece
del secreto en la guarida?

Cuando todo se lo lleva el gran tirano,
si de una vez no, muy poco a poco;
si completamente nadie
ajeno hay al fingimiento,
y mismas las cosas a menudo
mienten su apariencia;
si es la vida impredecible
e incesante devenir,
si todo es mudanza,
¿cómo ver o confirmar
la amada presencia?,
¿cómo saber que sigue allí,
en su centro y hogar, en su sagrado
aposento, en su morada
—segura, por fortuna, inviolable—,
si no es en un acto de fe pura,
principio del bien amar?

¡Qué belleza y qué ironía
que una imagen, idea sin forma,
en la caverna sombra sin cuerpo,
fino destello o rayo de luna,
de todo cuanto en el mundo existe
sea lo único que nos permita,
siquiera un instante, constatar
que aún la esperanza es posible
y que no es verdad que estemos tan solos!

Bella imagen, tiene hermosos
mensajeros —de tu voluntad
clave— que como aves vuelan
vulnerando del tiempo y el espacio
ley estricta; ligeros y leves,
del sutil correo portadores,
vuelven, una y otra vez,
hasta la imaginación
que crea o evoca
a traerme aquello, tan valioso
—lo mejor que tú me has dado—,
que no es materia, que vive
en el recuerdo, verdad
o quimera, sueño
o realidad, promesa
y esperanza o fantasía
y delirio, aquello,
lo más caro que me diste,
con discreta gentileza,
por la estafeta del viento.



Enero de 2008

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